jueves, 14 de noviembre de 2013

Recapitulando Treme (II): I'll Fly Away


"We're all still here, ain't we? A few more home every day. 
And even if it isn't as it should be, even if they make it hard... 
Where else would we go? Who else would have us?"
Davis McAlary

Con toda seguridad el personaje más importante de Tremé es la propia ciudad de New Orleans, sobre ese asunto no hay discusión posible. Pero, ¿qué lugar ocupa entonces la música? Desde el bop más tradicional, pasando por el swing, el R&B o la música cajún, hasta el jazz más vanguardista, la música en la obra de Simon es mucho más que un telón de fondo, más que un énfasis emotivo para acompañar una escena climática. Si New Orleans es el protagonista/escenario, la música es el camino que recorren todos sus personajes, a veces para crecer y otras para sumirse en la más absolutas de las miserias, pero siempre acompañados por ella.


I'LL FLY AWAY


Desde el principio Davis McAlary ha funcionado muy bien como elemento introductor a la música, como un guía que (de la misma manera que cuando organizó el tour por los lugares más importantes de New Orleans) nos ha llevado de la mano para mostrarnos (y a veces aleccionarnos) sobre ese omnipresente personaje de la serie que es la música. Es justo reconocer que en sus primeros episodios esta misión evangelizadora hizo que su historia propia no fuera de lo mejor de la serie, hasta que poco a poco fuimos descubriendo más sobre este excéntrico compositor/presentador de radio/intérprete frustrado.
Davis empezaba su periplo post-Katrina muy enfadado, casi tanto como Creighton, pero aunque la raíz de ese enfado fuera la misma (el abandono, la pasividad de las instituciones ante la tragedia) su enfoque era muy distinto. Lo que más preocupaba a Davis era que la tradición, sobretodo musical, se perdiera de la misma manera que un preciado tesoro se hunde junto al barco que lo transporta tras un naufragio. Intentaba por todos los medios hacer recordar a sus oyentes, y a los espectadores de Tremé, que no podían permitir que el bagaje musical tan rico de la ciudad quedase en el olvido, que era la base de todo lo que rodeaba la cultura de NOLA y, obviamente, los pilares en los que debía asentarse la nueva música de la ciudad. Para Davis la música no es un producto, no es una industria o un negocio (precisamente esa es la causa de sus problemas con la emisora y lo que le lleva a renunciar en dos ocasiones) si no una parte fundamental del ser humano, de su historia, de su alma. Y todo eso es extrapolable a New Orleans.
Como la serie en sí, Davis es muy hermético, muy excluyente en cuanto a la música se refiere. La escena de la primera temporada en la que se encara con su vecino (creyéndole foráneo) a causa del volumen de la música supone un cambio para el personaje, como un espectador que alza el brazo para intervenir y decirle a McAlary que, por muy legítimos que sean sus argumentos, no hay una verdad absoluta en lo que se refiere a la tradición musical, que no hay una música buena por excelencia o que la legitimidad de tal o cual sonido no se puede establecer basándose únicamente  en su procedencia. Y Davis se abre, abandona esa actitud estanca hacia la música y durante la segunda (y tercera) temporada se abre a un nuevo abanico de sonidos, extranjeros, actuales, para intentar fusionarlos, para empezar a crear una nueva tradición dentro de la música de New Orleans, para transformarlos.
Al mismo tiempo Davis rompe con Janette (nativa, una representación de la tradición cultural) para iniciar una relación con Annie (extranjera, aunque muy influenciada por la música de New Orleans) y de la relación entre estos personajes se puede extraer una analogía que funciona perfectamente para el vínculo que se establece entre Davis y la música.
El primer proyecto de Davis tiene como objetivo hacer resurgir la música local y que esta música esté dotada de mensaje, que sea un elemento subversivo, revolucionario, una voz para el pueblo de NOLA. Para ello se rodea de músicos locales y compone una serie de temas que, además de tener como hilo conductor la protesta, bebe de toda la tradición musical de la ciudad. Desafortunadamente DJ Davis se ve eclipsado por la figura de Lil Calliope (y un  hit discotequero) y su tema estrella se ve relegado a un segundísimo plano. 
Su segundo proyecto, mucho más ambicioso, es la Opera R&B que él mismo escribe y que, como era de esperar y a pesar de contar con importantes nombres del mundo de la música, no llega a buen puerto pues no es un producto rentable desde el punto de vista de la industria.
De la misma manera que Davis intenta conciliar la música tradicional con la industria musical y dotarla de un nuevo sentido menos globalizado, más local, Annie (extranjera, global) empieza a verse más influenciada, más integrada en la escena musical de NOLA y en la música sureña en general. En ambas tramas la confrontación entre estos dos conceptos, el de la música tradicional/local y el de la industria musical/globalizada, se afrontan desde perspectivas distintas y mientras Davis abandona su proyecto al verse comprometidos sus principios fundamentales, Annie cada vez se acerca más a la fama y la popularidad a pesar de la alienación artística que esto pueda suponer. Durante la tercera temporada este conflicto tiene su punto álgido y este enfrentamiento desencadena una situación insostenible que termina con la ruptura de su relación.



Davis es la tradición, demasiado terco para aceptar que el arte pueda venderse sin entrar en contradicción con su naturaleza, Annie es la vanguardia,  ve la música como un arte que también  puede estar a la venta. Davis es New Orleans, Annie está sólo de paso, se nutrió de todo lo que la ciudad podría ofrecerle, aprendió y creció musicalmente pero no siente esa devoción por el patrimonio que él sí. Davis es el romanticismo y el idealismo, mientras Annie es el pragmatismo. No hay conciliación posible, ella se sube a un coche con su violín colgando de un brazo y él se sienta en las escaleras a observar como se aleja.

CAN I CHANGE MY MIND?


En la historia de Delmon Lambreaux la confrontación entre la tradición y la vanguardia, con todo lo que ambos conceptos implican, es el hilo conductor. Todo lo que le ocurre a Delmond, desde la tozudez de su padre a abandonar Tremé, pasando por las presiones de la discográfica para que potencie su carrera en New York, hasta la escena en la que le vemos cargar los disfraces de indios hasta el interior del “House of Dance & Feathers”, se ve impulsado por la tensión de estos dos elementos contrarios en lucha constante.



Cuando le conocimos, Delmond a penas prestaba atención a lo que su padre decía, le tachaba de terco y no entendía lo que movía al grandísimo Chief a hacer lo que hacía. Poco a poco, y a medida que el personaje se involucraba, no únicamente en los aspectos más sociales o folclóricos de la comunidad, sino también en el bagaje musical que se presentaba ante él, esta interacción entre estos dos posicionamientos opuestos se fue convirtiendo en el late motive de Delmond. Él es el encargado de mostrarnos, a lo largo de la segunda temporada, el proceso por el cual estas dos tendencias, la tradicional y la actual, se pueden llegar a complementar mediante la creación de un  álbum que rememora las raíces más profundas del jazz. Lambreaux, al que en la primera temporada comparaban con Coltrane, no abandona la esencia del bop si no que la implementa y la fusiona con los sonidos más arcaicos y folclóricos de la tradición del jazz. Y de hecho, hasta el primer episodio de la tercera temporada, el espectador llega a creer que esta fusión que a priori se nos presentaba tan difícil, es posible. Con el paso de los episodios, y sobretodo con la trama del Museo del Jazz, Simon deja claro que esta hibridación no es tan simple, que como en todo, existen intereses ocultos y que, en definitiva, el mundo de la industria musical no es otra cosa que éso, un negocio. 
A pesar de todo, Delmond no se posiciona en este aspecto (al menos no del todo, o no todavía) y parece que la intención de Simon sea precisamente esa, que no escoja, que siempre esté balanceándose en esa línea divisoria sin atreverse a poner ambos pies en un mismo lado.

THE GREATEST LOVE




Sonny se nos presenta en la primera temporada como un músico callejero, un europeo que tras su llegada a New Orleans se refugia en el mundo de la música, siendo este el principal arraigo que llega a establecer con la ciudad. Y sin embargo la relación entre este personaje y la música es altamente nociva.
Sonny es un drogadicto, una mala persona incluso, cuando le conocemos. Un tanto vanidoso y ambicioso, egoísta y celoso de las cualidades de Annie. El único nexo que Sonny ha establecido con la nueva realidad que le rodea es el teclado con el cual interpreta temas en las transitadas calles del centro y, más tarde ya en la segunda temporada, las actuaciones con Antoine. Pero la música para el holandés es sinónimo de drogas, de pérdida, y no será hasta que encuentre un lugar en la comunidad vietnamita que conozcamos al verdadero Sonny. Porque, a pesar del amor que siente por la música, él sabe que no es su destino, que nunca podrá vivir en ese mundo quizá simplemente porque no está hecho para ello o porque las tentaciones e impulsos que la rodean son demasiado fuertes para poder esquivarlos. La música para él es la perdición. 
Sin embargo para uno de los grandes personajes que nos ha brindado Tremé, es todo lo contrario: para Antoine Batiste la música es la única fuerza que le impulsa a seguir adelante, una motivación casi terapéutica, la salvación a la que se aferra su espíritu.



No sólo hemos visto como Antoine ha profesado su amor por la música a lo largo de las tres temporadas, aunque esa dedicación le acarrease más de un problema con Desirée, a pesar de que económicamente fuese inviable e incluso cuando sus Apóstoles le abandonaron y no tuvo más opción que rendirse. Antoine no puede vivir sin la música pero, al mismo tiempo, sabe que no tiene el talento necesario para dedicarse a ello.
Para darse cuenta de ello, sin embargo, primero intentará aprender a tocar al estilo del jazz contemporáneo de Lambreux, un estilo que requiere de una técnica mucho más completa que al que está acostumbrado, para darse cuenta que le es imposible, que no es capaz de conseguirlo. En este caso, esta dualidad entre lo vanguardista y lo tradicional no se enfoca como un enfrentamiento insalvable. La música tradicional (aunque no hablemos de folklore, si no de simples estilos) constituye la base de todo lo que se sucederá después. Es comprensible que llegado a este punto Batiste se de por vencido en el aprendizaje. Sin embargo es esta situación, la frustración que siente por no poder ser mejor intérprete (o al menos, no uno todo terreno) lo que hace que este personaje alcance una epifanía que marcará por completo el rumbo de su camino: no puede aprender, pero puede enseñar.
Todos los conocimientos que posee, y que conforman la base de la música que toca, pueden ser trasladados, perpetuados. Del mismo modo que la educación es la base cultural sobre la que edificaremos nuestro conocimiento y desarrollo, esa nueva generación musical, educada por Batiste, será capaz de transmitir ese mensaje, de continuar con una tradición y, sobretodo, de moldearla a su antojo y asentar los cimientos del futuro de la música. ¿Qué más da si finalmente Batiste se ve superado, técnicamente, por alguno de sus alumnos? ¿Qué importa entonces, si el legado, el suyo y el de generaciones anteriores, continúa fluyendo? El amor de Batiste hacia la música es su salvación y, gracias a él, la salvación de la música que está por venir.


La última entrega, dedicada a la tradición y la comunidad de NOLA, pondrá punto y final a esta serie de artículos.

1 comentario:

  1. Es asombrosa en sus tres temporadas, en este momento se transmite Treme temporada 4 y es la última, la que le da fin a esta historia tan difícil. Ojalá lo haga muy bien y logre ser una serie admirada no sólo por el gran desarrollo de la historia sino también por el excelente final.

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